miércoles, 15 de agosto de 2007

La fe y el éxito

La fe y el éxito son dos elementos indispensablemente unidos, como los factores de una misma ecuación, y es que nadie que haya alcanzado el éxito podría olvidar a su complemento fe, y viceversa, nadie que tiene verdadera fe, puede dudar en que el éxito será suyo, más o menos pronto.

Hablar de la fe y del éxito, sin hacer una definición de lo que ellas son, sería como tratar un tema sin haberlo delimitado previamente. En tal sentido, veamos algunas breves definiciones de lo que ellas significan:

El Diccionario de la lengua española, define el éxito como: “1. Fin o terminación de un negocio o asunto. 2. Resultado feliz de un negocio o actuación, etc.”[1]. En cuanto a la definición de fe, ella nos dice lo siguiente: “La primera de las tres virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que sin ver se cree...”[2]
José Ingenieros, dice: “la fe es pasión de servir un ideal. Es eterna y eternamente se renueva, porque no implica una creencia particular, sino un estado de conciencia que puede coexistir en todos. (...)”[3] En cuanto al éxito, nos dice lo siguiente:
“Los éxitos no señalan el final de la acción, no realizan un ideal; en la vida intensa y ascendente no hay eslabones de llegada. Son, apenas, oasis de fresca sombra, esparcidos en el interminable arenal de la lucha por la vida. Alegran la vista, quebrando la monotonía del paisaje, ...”[4]

Uno de los más grandes inspiradores y pensadores contemporáneos, perteneciente al mundo de la lengua inglesa, Orison Marden, nos dice sobre la unión indisoluble del éxito y la fe[5], como elementos de un mismo fenómeno que son, lo siguiente:
“Es posible triunfar aunque los demás no crean en nosotros y todo el mundo vaya en contra nuestra; pero imposible nos será el éxito feliz si no creéis en vosotros mismos. (...) La fe acrecienta la confianza[ el subrayado es mío], afirma el convencimiento y reduplica la habilidad. La fe no vacila ni conjetura. (...)”[6]
Naturalmente que el éxito, logrado con el valioso apoyo de la fe, será también el resultado de una serie de requisitos previos: como el esfuerzo, la claridad de objetivos y la estrategia de acción[7]. La concentración en el objetivo trazado es semejante a un punto que nos une al porvenir; hito necesario, pues como dice Orison Marden: “Quien no de a su vida determinado rumbo[ el subrayado es mío] y por el derechamente se encamine, en vano llamará con voz en grito al éxito”[8].

La vida es una lucha diaria y una constante hasta el día de nuestra muerte, en tal sentido, lo ideal es que cada uno de nuestros actos estén plenamente gobernados o al menos, comprendidos dentro un “plan de acción diaria”[9]. El maestro chino Sun Tzu, uno de los más grandes estrategas de la historia, nos da el siguiente consejo milenario:
“Valora las ventajas de pedir consejo, y después estructura tus fuerzas en consecuencia,(...) Las fuerzas han de ser estructuradas de manera estratégica, basándose en lo que es ventajoso.
Una operación militar implica engaño. Aunque seas competente, aparenta ser incompetente. Aunque seas efectivo, muéstrate ineficaz.”[10]


Cabe recordar que como parte de nuestra estrategia, debemos cuidar siempre exista una armónica relación entre el fondo y la forma de lo que en realidad somos[11]; en tal sentido, todas nuestras buenas ideas deben reflejarse en una serie de actos de bien: familiar y socialmente, personal y profesionalmente, con los grandes y con los débiles, dentro y fuera del país, en la política y en la vida civil, etc.

Finalmente, un párrafo del gran maestro Orison Marden, que resume todo lo anteriormente dicho, dice:

“Si analizamos las altas proezas y los hombres que las realizaron, echaremos de ver en ellos como prevaleciente cualidad la confianza en sí mismos. El hombre absolutamente confiado en su aptitud para la obra que emprende tiene en su favor casi todas las probabilidades de éxito, aunque tal confianza parezca a los extraños, arrogancia o locura. (...) El que se domina a sí mismo irradia de todo su ser tal ascendiente, que sin esfuerzo disipa las dudas de cuantos están a su alrededor. Todos creen que cumplirá su propósito. El mundo entero confía en quien lleva reflejada en el rostro la victoria [ el subrayado es mío]”[12].
[1] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Madrid, Editorial Espasa Calpe, 2001.
Vigésima primera edición, tomo I.
[2] Ibidem
[3] Ingenieros, José. Las fuerzas morales. Buenos Aires, Editorial TOR, 1957, p. 111.
[4] Ibidem pp. 184 y 185.
[5] Véase Smiles, Samuel. ¡Ayúdate!. Barcelona( España), Ramón Sopena editor, 1900. Versión traducida por G. Núñez de Prado.
[6] Marden, Orison Swett. La vida optimista. Barcelona ( España), Editorial Humanitas, 1996, p. 211.
[7] Cfr. Emerson, Ralph W. Ensayos. Madrid, Editorial Espasa Calpe, 2001. Edición y traducción de Ricardo Miguel Alfonso.
[8] Marden, Orison Swett. El secreto del éxito. Barcelona (España), Editorial Humanitas, 1998, p. 130.
[9] Véase Franklin, Benjamín. El Libro del hombre de bien.
[10] Stu, Sun. El arte de la guerra. Madrid, EDAF, 2000, p.21. Versión traducida por Alfonso Colodrón.
[11] Cfr. Cornejo, Miguel Ángel. Estrategias para triunfar.
[12] Marden, Orison S. El poder del pensamiento. Barcelona ( España), Editorial Humanitas, 1997, p. 46.

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